En nuestras ciudades existen frutales cuyas frutas son comestibles: vestigios del pasado agrícola de un barrio, hoy plenamente urbano, que fueron integrados al nuevo espacio. Los que producen fruta incomestible se plantan por su finalidad ornamental y para uso en jardinería: dan sombra, son bonitos, verdean la ciudad, decoran y son más fáciles de cultivar que los frutales de cultivo comercial. El naturalista Joaquín Araujo defiende plantar frutales comestibles en las ciudades para fomentar la soberanía alimentaria y crear nuevos empleos.
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