El primer registro histórico de un freno de boca ocurrió en 1842. El coronel francés Chevalier Treville de Beaulieu taladró agujeros en la región del cañón de un rifle. Taladró los agujeros para que estuvieran inclinados hacia atrás. Alrededor de 1862, el ejército francés lo intentó con un cañón naval de 160 mm. Los diseños demostraron ser exitosos, según De Beaulieu, al duplicar la precisión del arma y reducir la distancia de retroceso en un 75% de su distancia normal con una perdida de solo el 6% de la velocidad de salida.
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