Entre los muchos equilibrios que nos obliga a vivir el sistema dual de pensamiento, el binomio comienzo/final puede parecer uno de los más difíciles de experimentar. Para algunos puede ser sencillo atestiguar, al hilo del tiempo, todo aquello que comienza y que termina: los días, los proyectos que emprendemos, el cuerpo que habitamos. Todo, en cierta forma, parece inscrito en ese ciclo que en la inevitabilidad del fin se nos presenta como un destino inclemente. ¿Qué pasaría, sin embargo, si por un momento pudiéramos pensar fuera de la dualidad
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