Esta historia empieza a la tierna edad de 10 años. Siempre he sido una chica responsable (hay quien piensa que demasiado) a la vez que excesivamente exigente, sobretodo conmigo misma. Como en todo, los extremos son malos y la exigencia desmesurada no puede traer nada bueno, prueba de ello lo que os cuento hoy.
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