En la selva todos tienen hambre y, en constante lucha por cualquier fuente de nutrientes, el fracaso no es tolerado; así, los sueños se convierten en polvo que el tiempo amazónico disuelve en la nada. Así terminó la odisea de Carlos Fitzcarrald y su pasajera riqueza en lo que fue la locura del caucho. Siete décadas después, la leyenda de Fitzcarrald inspiraría a Werner Herzog a imitarlo, retratando la historia en filme.
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