El obispo Peder Winstrup murió en 1679 y es uno de los cuerpos humanos mejor conservados del siglo XVII. Los investigadores pueden haber resuelto el misterio de por qué un feto estaba escondido en su ataúd en la catedral de Lund. El ADN del obispo y el feto, junto con los análisis de parentesco, ha demostrado que el niño probablemente era el propio nieto del obispo.
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