Su estilo, desde siempre irónico, sanamente irreverente, ha devenido últimamente en una forma despreciativa de ponderar las ideas, gustos y decisiones de personas o colectivos que contradicen las suyas, gentes en definitiva que no siempre tienen el privilegio del que él goza –merecido, sin duda– de difundir sus puntos de vista en el ágora de la opinión pública
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