La falsificación era tan perfecta que ni siquiera los expertos del servicio secreto de Estados Unidos pudieron determinar inicialmente si lo que tenían delante eran dólares verdaderos o una copia. Solo tras un sofisticado análisis forense pudieron confirmar que eran imitaciones. Pero esos billetes de US$100 eran tan milimétricamente perfectos que los apodaron "los falsos superdólares". Tenían la misma tinta de cambio de color de alta tecnología que los auténticos dólares estadounidenses.
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