En la década de 1960, confluyeron en la industria automovilística firmas que pretendían poner en el mercado innovadores vehículos e ingenieros ávidos de ideas para lograrlo. Uno de ellos fue Robert J. Rumpf, un ingeniero aeroespacial que pasó de diseñar misiles en los albores de la Guerra Fría a desarrollar accesorios experimentales para los coches de Ford. El más sorprendente (y disparatado) fue el Wrist-Twist.
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