Lo que aceleró su salida de Google fue una mezcla de aburrimiento y cansancio: “Era demasiado parecido a una secta para mí”, explica. Al principio era divertido, pero poco a poco se dio cuenta de que vivía en una burbuja de privilegios, desconectada del mundo real. “Es como si la empresa fuese tu madre y se preocupase de todo lo que hacen sus hijitos, vigilando que se porten bien y que no se muevan de su sitio”. Así que, como ocurre con las sectas, fue complicado abandonar.
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