«Hombre, quizá lo más duro fue tratar con un general de la KGB que dirigía el Spartak cuando fuimos a fichar a Onopko. Al final lo arregló la FIFA, pero hubo un momento que un enviado especial que estaba allí me dijo: «lo mejor que hacéis es marchar de aquí porque aquí por cien mil pesetas aparecéis en una fosa y no se entera ni dios» Cuando fuimos a fichar a Yugoslavia, aquel día cuando pasábamos por Subotica miro por la ventanilla y le digo al húngaro: «mira qué relámpagos hay.» «¿Relámpagos? ¡Eso son antiaéreos!».
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