En el caso de la ética, la pregunta “¿para qué sirve?” tiene menos sentido que en ningún otro. Constituye un caso absolutamente singular, sólo comparable a preguntas como “¿adónde conduce conducir?”, “¿qué decido decidiendo?” y “¿para qué quiero querer?”, cuya respuesta es siempre la misma: adonde quieras, lo que quieras y para lo que quieras. Esto no significa, como a veces se sugiere, que la moral no sirva para nada, sino que se relaciona con el valor de otra manera, pues con ella se determina qué vale y qué no, qué sirve y qué no.
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