En 1860, Auguste Mariette, por entonces director del Servicio de Antigüedades de Egipto, descubrió en una mastaba del Reino Antiguo la magnífica estatua de madera de su propietario, un hombre llamado Kaaper. Su espectacular realismo llamó la atención de los obreros egipcios que allí excavaban, que, en una muestra de sentido del humor, lo apodaron "el alcalde del pueblo".
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