Siguiendo la absurda normativa del estado de California, la inmobiliaria tuvo que gastarse un dineral en redactar un estudio de impacto ambiental (para un edificio de viviendas en medio de una zona urbana densa, nada menos) de más de 732 páginas. El análísis llegó a la conclusión que el único impacto digno de mencionar es que el edificio aumentaría en un uno por ciento la superficie de una plaza adyacente que estaba a la sombra. La comisión de urbanismo aprobó el proyecto, que fue enviado al pleno municipal, el consejo de supervisores.
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