Tal vez debido al rechazo que sufrió o por sus gustos y aficiones, Violette Morris se convirtió en una mujer despiadada que torturó a cientos de soldados en Francia. Sin ningún contacto previo con el régimen nazi, en 1935 la Agencia de Inteligencia de la SS contactó a Violette, porque querían invitarla a la Olimpiada de Berlín en 1936. Ella aceptó y desde ese momento, su dogma por el partido creció exorbitantemente.
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