María de la Sierra en México, María Luisa de las Heras en París y Uruguay, la subcomandante Yvonne en los bosques de Ucrania, María Pavlova en Moscú. África de las Heras; la española que llegó a convertirse en la espía soviética más importante de la KGB fue la mujer de las mil caras, una gran «Matrioska» de la que iban surgiendo nuevas identidades, el perfil perfecto del agente secreto. «¿Quién demonios es?», se preguntaba el agente de la CIA Howard Hunt.
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