El detenido no era ningún modelo a seguir. Amparándose en los informes del interrogatorio y en lo que se ha revelado acerca de él, era un hombre sin escrúpulos, egoísta, y con intención de enriquecerse. Si ayudó a los alemanes en algún momento fue por su propia supervivencia. Una vez abandonada Europa, su vínculo con el Reich era inexistente, y pese a que uno de los agentes negara que Job fuera un espía que pusiera en peligro al Reino Unido, fue sentenciado a muerte en Old Bailey y ahorcado por traición en la prisión de Pentonville en 1944.
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