Una vez, en una conversación cotidiana, escuché la frase "¿Has visto ya la segunda de Torrente y los niños?". Me parece, aún ahora, tan perfecta como demoledora: la saga de Santiago Segura ha sido un éxito innegable en taquilla, pero el lavado de cara para aparecer ante el público como un abnegado padre y un bonachón empedernido autor de comedias familiares sin poso ni trazas de originalidad. Hasta el punto de haber convertido el cine familiar español con niños en un género en sí mismo. Un terrible, terrible género.
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