El 19 de julio de 1936, 24 horas después del golpe de Estado, la Hispano-Suiza (LHS) pasó a manos de un comité obrero, mientras la familia Mateu —los dueños— huía a Francia y se ponía al servicio de Franco. La Generalitat intervino la empresa automovilística para fabricar material bélico republicano. Contra todo pronóstico, no fue el mayor disgusto político de la Hispano-Suiza, a la que acabaría haciendo más daño el fuego amigo conservador que la competencia de gigantes como Mercedes, Renault o Alfa Romeo.
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