Aunque el arte de ocultar información en fotografías, vídeos o textos sea reciente, los humanos llevamos siglos utilizando la esteganografía. Los griegos grababan mensajes en la cabeza de sus esclavos, María I de Escocia los guardaba en barriles de cerveza, los franceses transportaban microfilms en palomas mensajeras y un soldado estadounidense transmitió un mensaje en morse con sus parpadeos. La leche, el vinagre, el zumo de limón y hasta el semen han demostrado su valía como tintas invisibles a lo largo de la historia.
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