Las fuentes de la época le consideran inteligente y visionario, pero también falto de sentido diplomático y extremadamente obstinado. Su intento de recuperar el ducado de Schleswig, la parte sur de la península de Jutlandia, le llevó a emprender una guerra de 20 años al final de los cuales no solo no había conseguido ningún territorio, sino que había perdido algunos de los ganados por su tía abuela, además de las considerables pérdidas en vidas humanas. No se llevaba muy bien con los nobles suecos, que le depusieron y repusieron en el trono.
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