Hemos pasado de unas estanterías donde estaban las clásicas galletas María con alguna que otra versión exótica, a encontrar propuestas que nos hacían creer que podían ser incluso un alimento funcional. Esta situación ha sido consecuencia de una estrategia de publicidad y marketing consistente en 'maquillar' o mejorar ciertos alimentos para hacerlos pasar como saludables. Fueron los años de 'añadir cosas' para hacernos creer que el resultado era una absoluta innovación de I+D.
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