Siempre que tocaba esta pieza [la Danza ritual del fuego de Manuel de Falla], Rubinstein realizaba unos gestos llamativos en la secuencia de acordes repetidos: levantaba aparatosamente las manos casi por encima de la cabeza y con cara impasible las hundía en el teclado de manera alterna. Esta coreografía era parte esencial de su interpretación. [...] Rubinstein conocía bien el argumento del Amor brujo, de donde procede la Danza, y quizá sus gestos buscaban transmitir esa sensación de ritual mágico y encantamiento.
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