El más alto honor que podía alcanzar un romano, era celebrar un triunfo. Estas espectaculares procesiones celebraban las victorias militares de Roma, el coraje de los soldados y los favores de los dioses. Al triunfador, se le concedía una gran procesión por Roma. El fastuoso desfile de prisioneros y tesoros seguramente garantizaban la eterna fama del general. Con el tiempo, el triunfo se convirtió en una importante herramienta de la manipulación de la política romana.
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