Así pues el (soberbio) sujeto (junto con su memoria, su personalidad, su sentido común, y sus ideas sesgadas) no ha sido capaz durante cientos de generaciones de aceptar que tal vez el fenómeno que le rodea no sea esencialmente real. No ha sido capaz de entender que el concepto de existencia y realidad objetiva es lógicamente incongruente y que lleva a paradojas y cuestiones imposibles de responder racionalmente. No supo todavía interpretar lo que las matemáticas de la física moderna grita a los cuatro vientos: ¡que la única esencia es la nada
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