El caso del Bus 300 consistente en el asesinato por agentes del Shin Bet (servicio de seguridad israelí) de dos secuestradores de un bus que ya estaban detenidos cuando fueron asesinados, y el posterior encubrimiento de la acción. Hoy no habría necesidad de mentiras y encubrimientos. Bastaría con una declaración del portavoz de las Fuerzas Armadas israelíes señalando que dos terroristas habían “intentado atacar a los soldados”.
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