En sus orígenes, la naturaleza del cristianismo era la de un movimiento popular con vocación revolucionaria, es decir, de llevar a cabo una transformación social profunda, cambiando las instituciones y los valores dominantes de la sociedad existente. Después de perseguir y reprimir el movimiento, asesinando incontables miembros de este, el poder apuesta por la opción de absorberlo y asimilarlo, tergiversándolo totalmente. Así pues, a partir del Concilio de Nicea, con el Emperador Constantino, la historia del cristianismo se bifurca, sufre una
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