El 2 de agosto de 1990, el entonces presidente de Italia, Giulio Andreotti, reconoció ante el Senado italiano la existencia de una red de ejércitos secretos a lo largo de la Europa occidental. Aquella noticia era terrible y confusa en términos iguales. Terrible debido a que habían existido tropas paramilitares no controladas por el poder civil; confusa porque no se sabía ni cuáles eran los objetivos de estas tropas stay behind, ni quiénes la formaban, ni qué acciones habían llevado a cabo.
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