Tras décadas de pedir la clemencia a los dioses si, resultados favorables, los egipcios volvieron la mirada a las alturas. Fue así, entre las constelaciones y los movimientos del Sol, que encontraron el calendario egipcio: un sistema para dividir el año en exactamente 360 días, con 5 «añadidos» más. Este sistema calendárico se desarrolló hacia el III milenio a.C., cuando esta civilización empezó a medir los ciclos agrarios: para poder predecir las inundaciones del Nilo, y evitar que las cosechas se vieran afectadas. Esto es lo que sabemos.
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