El primer editor que se arriesgó con las obras dramáticas de Shakespeare fue Thomas Millington, a finales del siglo XVI. Milligton trabaja a pequeña escala, siempre especializado en textos sobre asesinatos y monstruos escondidos en Londres. Este editor publicó Tito Andrónico y la segunda y tercera parte de la trilogía que Shakespeare escribió sobre Enrique VI. A pesar de que su librería estaba algo apartada, estas ediciones se vendieron bien y este éxito animó a otros editores a apostar por las obras de Shakespeare.
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