Los piropos están cada vez más en el ojo del huracán de las asociaciones feministas, que piden que se legisle alrededor de lo que entienden como otra forma de violencia machista. No obstante, la realidad es que desde principios del pasado siglo hubo conatos de restringir lo que un día nació como un halago hacia la belleza femenina y, con el tiempo, se revistió de grosería.
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