Lectores y editores nos resistimos a cerrar la carpeta DFW. No se agota nunca la lectura de un clásico y David Foster Wallace ( Nueva York, 1962 – California, 2008) va camino de serlo. Cada vez que aparece un ramillete de inéditos o una reedición, contagiados por su propio pulso, se vuelve a escribir de forma casi torrencial sobre su narrativa, pero que eso sea bueno o malo, excesivo o sugerente, depende exclusivamente del nivel de lectura.
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