Las relaciones sentimentales por correo, a diferencia de las digitales, se desarrollaban de un modo lento, descompasado y asimétrico. Carecían de inminencia y de interacción. No era posible la réplica inmediata y, por lo tanto, tampoco el diálogo. Se podría decir que se trataba, en resumidas cuentas, de las relaciones sentimentales perfectas. Sin embargo, casi todas ellas adolecían del mismo defecto: un irresponsable y contraproducente exceso de romanticismo. O al menos, de romanticismo mal entendido. Porque la pasión debe ser impetuosa.
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