No hay hombre más desdichado que Dragó. ¡Toda la vida a contrapié! ¡Nunca tomándose un respiro! Yo creía (ingenuo de mí) que Sánchez Dragó era el perfecto intelectual papanatas al que el poder le da de comer a cucharadas. Abre la boquita, Fernando. Necesitaba reflexionar, adentrarme en las profundidades de su obra. Ahora, después de una panzada draconiana de artículos, entrevistas y libros, reconozco en los pliegues de su rostro al verdadero héroe pellejudo de nuestro tiempo, que con ojos enratonados nos orienta hacia el porvenir.
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