Que las rutinas se difuminen tan drásticamente puede afectar a cómo dormimos. Porque como las señales externas que llegan a nuestro sistema nervioso e identifican el momento del día en el que nos encontramos son insuficientes, no hay quien ajuste el reloj biológico interno. Esto se traduce en una menor calidad y duración del sueño. Además, el gran eco que se le ha dado al virus en medios de comunicación, unido a la incertidumbre sobre la duración del confinamiento puede provocar miedo y ansiedad.
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