La mayoría de los historiadores señalan que, al hablar de la Navidad, lo honrado sería admitir que Jesús no nació en Belén sino en Nazaret, que todo fue un empeño de Lucas y Mateo para coincidir con la profecía de Miqueas. Y que lo correcto sería admitir que hemos perpetuado un error cometido en el siglo VI por un monje escita encargado de elaborar el nuevo calendario. Por entonces, el Papa Juan I encomendó al matemático Dionisio el Exiguo (miembro de la Curia romana) que calculara el nacimiento de Jesús.
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