El 18 de agosto de 1938, Ludwig Beck, jefe del Alto Mando Alemán, presentó su dimisión a Hitler. Llevaba tiempo advirtiendo de que las ansias expansionistas del Führer podían conducir a Alemania a una guerra contra todo el mundo y suponer el fin de su gloriosa nación. Tanto en la política como en la vida, todo está en los tiempos y Beck, por lo que fuera, no los midió bien. Cuando con más fuerza se opuso a los planes de Hitler, más grandes fueron los aciertos de Adolf. Sin embargo, en términos generales, llevaba razón.
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