En el principio, Dios trabajaba solo. Aunque estuvo acompañado de otros dioses, su papel era irrelevante porque era omnipotente. Pero si fuera así, ¿por qué le ocurrían cosas malas a los humanos, sin importar lo devotos y fieles que fueran? Para ello surgieron unos agentes en quienes Dios delegaba el trabajo sucio, como el ángel de la muerte o destructor (Mashḥit). Entre ellos estaba Satán (hassatan, "adversario").
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