Si ya es inadmisible que los intolerantes de siempre defiendan sus prehistóricas y antidemocráticas creencias basándose en el argumento de que una entidad todopoderosa e omnisciente le reveló al profeta iletrado de turno que tal o cual comportamiento es pecado, el colmo de estupidez es cuando esos mismos sectarios utilizan la ciencia para justificar los divinos dictados.
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