"érase una vez un libraco gordo de cojones que no se terminaba nunca, cuyo único objetivo era mantener al lector lo más perdido posible (...) giraba alrededor del cine de vanguardia imposible, las drogas de diseño, el tenis profesional juvenil, los adolescentes en general, los procesos de desintoxicación, la posible situación política internacional". La broma infinita no es un libro. "Tiene cubierta y hojas (un montón), pero es cosa, muerde, da calambre y, sobre todo, ganas de tirarse por un balcón".
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