El caso lo conocemos todos. Mia Farrow denunció a Woody Allen en 1993 por abuso sexual contra su hija Dylan, de siete años. Él defendió su inocencia públicamente y no fue necesaria la citación en un juicio. No lo fue porque las pruebas acusatorias se consideraron inconsistentes y los relatos, contradictorios. El informe de un grupo de psicoterapeutas, que trabajó para la investigación policial durante seis meses —¡seis meses!—, desestimó que la pequeña Dylan fuera víctima sexual.
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