En Cuba, dicen que María Gattorno pertenece a una especie muy rara y privilegiada de personas capaces de brindarle café a un dinosaurio, si mete la cabeza por la ventana de su cocina y además preguntarle si lo desea dulce o amargo. Ella, sin embargo, aún no se explica cómo hace más de una década se ganó la confianza de un grupo de jóvenes cubanos que, hasta entonces, sólo habían sabido de incomprensiones, rechazo y marginación por querer ser diferentes
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