El 1 de diciembre de 1966 se declaró un incendio en el pozo número 11 del yacimiento de gas natural de Urta-Bulak, en Uzbekistán. Las llaman alcanzaban unos 70 metros de altura y se perdían unos 12 millones de metros cúbicos al día. Cuando casi tres años después todos los intentos para extinguir el incendio por métodos convencionales –e incluso mediante un bombardeo de artillería– fallaron las autoridades soviéticas decidieron recurrir a un método un tanto desesperado, el de intentar sellar el pozo mediante una explosión nuclear.
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