La música es tremendamente identitaria y, por lo tanto, los fans proyectan en los artistas sus deseos y anhelos. El problema viene cuando intoxican al propia artista. Algo que, en el mundo hiperdigitalizado de hoy, es prácticamente inevitable. En inglés, “entitlement”, o ese supuesto “derecho” privilegiado que se atribuyen los fans para criticar algo por ser fans. Y esa crítica pasa por supuesto por transmitírsela al propio grupo con la certeza de que el grupo no solo va a leer la crítica, sino que va a reconocerla y asimilarla.
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