El 10 de marzo de 1952 pudo cambiar el rumbo de la Historia si hubiera prosperado una atrevida propuesta para la reunificación alemana. Alemania (entonces dividida en dos bloques, uno proocidental, la RFA, y otro prosoviético, la RDA) se convertiría en un único estado donde estuvieran garantizados “los derechos del Hombre y las libertades básicas, incluidas las de expresión, prensa, religión, ideas política y reunión”, admitiendo además la libre actividad de partidos y otras organizaciones democráticas, así como la formación de un ejército.
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