En 1942, cuando tenía 18 años, un joven Truman Capote comenzaba su carrera con un trabajo en The New Yorker. Eso sí, no fue precisamente por la puerta grande que entró. Capote, que por entonces todavía estaba en la secundaria, era una especie de chico de los recados. Además, no le duró mucho el trabajo: en tan solo dos años sería despedido, gracias, en gran parte, a Robert Frost.
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