Sin embargo, el mayor éxito de las grandes fortunas ha sido conseguir que la población norteamericana (y con ella, la del resto de occidente) perciba la igualdad como algo pasajero, fruto de circunstancias históricas excepcionales y, por lo tanto, inalcanzable en el mundo actual. La vida se ha hecho brutal para muchos estadounidenses desde que este pensamiento se ha impuesto, pero la sociedad no parece capaz de romper un círculo vicioso que permite imponer políticas cada vez más draconianas a una población que las percibe como inevitables.
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