En la jerarquizada sociedad del medievo, hubo alimentos como las perdices que fueron miradas con recelo por eclesiásticos y moralistas. Muy apreciadas en las clases altas, en la València de la primera mitad del siglo XIV cazar una perdiz costaba alrededor de la sexta parte del jornal de un maestro artesano. Es decir, siendo relativamente asequibles no dejaban de ser un lujo, ya que por los 200 gramos que pesaba aproximadamente una perdiz se pagaba lo mismo que por un kilo de buey o 700 gramos de carnero.
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