En el siglo XVII, el matemático inglés John Wallis reconocía la posibilidad algebraica de las dimensiones adicionales y las tildó como "un monstruo de la naturaleza, menos posibles que una quimera o un centauro". Con todo, la cuarta dimensión no tardaría en aparecer entre los matemáticos, como August Möbius, cuya famosa "cinta" era una superficie bidimensional que hacía un giro por la tercera dimensión, y Felix Klein, cuya "botella" infinita implicaba una cuarta.
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