Hubo un tiempo en el que el hecho de que un hombre prominente, con poder o abolengo llevase el pelo largo, lleno de rizos artificiales, coletas con lazos o mechones alborotados de forma estrafalaria era lo normal. Ya lo contó el psicólogo John Carl Flugel en uno de los primeros tratados sobre semiótica de la moda que se publicaron en el siglo XX. “Con el arranque del siglo XIX el corte de pelo corto se convirtió en el estándar de pulcritud en toda Europa: cortárselo era una forma de decir adiós al Antiguo Régimen”.
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